El poeta español Luís de Góngora (1561-1627) es reconocido como el máximo exponente de la corriente literaria llamada gongorismo o culteranismo, término acuñado en su época por similitud con la palabra luteranismo, pues los culteranos serían de "la secta de los que hablan culto afectadamente", los herejes de la verdadera poesía.

La poesía de Góngora, de hecho, ha sido en ocasiones tachada de incomprensible por el uso de metáforas alambicadas que desafían la cultura y la inteligencia del lector. Tanto "Polifemo" como su obra maestra, "Soledades", provocaron gran escándalo por su audacia estética y su obscuridad hiperculta.

El antagonista de Góngora, fue Francisco Gómez de Quevedo Villegas (1580-1645) un madrileño nacido en la cuna de la baja nobleza y reconocido como el gran adalid del conceptismo con la venia de Baltasar Gracián.

El conceptismo, como su propia raíz indica, iba al concepto, para luego diversificarlo en múltiples direcciones cargando a las palabras de varios significados. Era por lo tanto, polisémico, pero a la vez conciso y cobró su máximo sentido en el célebre adagio: “lo bueno, si breve, dos veces bueno”.

El culteranismo nació dentro del conceptismo –y a diferencia de éste, que creció montaraz en el bancal de la prosa–, floreció en el jardín de la lírica para perfumar a las letras con su fragancia secreta.

El culteranismo era lo espiritual. El conceptismo era lo orgánico.Fueron, la rosa y la berza.

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