El virus de la rabia es miembro del género Lyssavirus. Este género debe su nombre a Lisa, la deidad griega que personificaba a la ira frenética, la furia bélica y la locura de los animales rabiosos.

Son virus muy frágiles, incapaces de sobrevivir mucho tiempo fuera del animal portador. Se desintegran rápidamente entre los 30 y 50ºC, y son también sensibles a los detergentes; aunque sobreviven a la congelación.

Los Lyssavirus tienen simetría helicoidal (de hélice) por lo que adquieren formas más o menos cilíndricas, que particularmente recuerdan a las de una bala: un borde es redondeado o cónico y el otro es plano o incluso cóncavo.

La envoltura del virus de la rabia está recubierta, salvo en la "punta de la bala", por espículas. Son esa especie de protuberancias, que se unen solo a ciertos receptores en la célula huésped, algo así como la llave que abre la puerta a la infección.

En el interior de su cuerpo, se encuentra el material genético, un ARN lineal, retorcido como un muelle y salpicado con algunas proteínas estructurales.

Cuando penetra en el organismo huésped, a través de una herida o magulladura, el virus de la rabia viaja hacia el sistema nervioso central. Desde allí, se expande a otros órganos. Las glándulas salivales reciben altas concentraciones víricas, posibilitando nuevos contagios a través de la saliva. La muerte del individuo puede ocurrir, dependiendo de varios factores, entre unos pocos días o hasta cinco años después del contagio.

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